Por Jaime Buenahora Febres-Cordero

Movilidad y Transporte

Cualquier sondeo indica que las dos mayores preocupaciones de los cucuteños giran en torno a la inseguridad y la insuficiencia en puestos de trabajo. Ambos problemas, que aceleran el deterioro del tejido social e incrementan la marginalidad, requieren de políticas públicas coherentes que trascienden lo local, toda vez que demandan complementariedad departamental y nacional. Ambos puntos los hemos tratado en otras columnas.

Sin embargo, otro aspecto sensible, porque comporta una buena dosis de fastidio entre los ciudadanos, está relacionado con el caos vial, debido a la falta de un sistema adecuado de transporte público, el mal estado de las vías, la precaria señalización, y el no acatamiento de las más elementales normas de tránsito por muchos conductores. Cúcuta debe resolver sus problemas de movilidad y transporte, entendiendo que se trata de un plan integrado, lo cual supone un trabajo simultáneo sobre sus principales componentes.

En primer lugar, la ciudad necesita desarrollar un sistema integrado de transporte público. En la actualidad, las compañías prestadoras del servicio se disputan las mismas rutas bajo la ‘guerra del centavo’, parando las busetas cada vez que aparece un pasajero. La alternativa a este desorden es una red de buses articulados de carácter público-privado que, teniendo en cuenta la densidad poblacional y vehicular, cubra la ciudad con veinte rutas esenciales, las cuales se complementarían con rutas transversales y alimentadoras; desde luego, con paraderos obligatorios cada 400 metros, y facilitándoles a los pasajeros las correspondencias con el mismo tiquete, cuya vigencia sería de una hora. A las empresas actuales, que representarían parte del componente privado, habría que facilitarles su reconversión y participación en la nueva empresa. Los buses seguirían los parámetros ambientales porque serían eléctricos y contarían con aire acondicionado. Este programa es el más costoso en un plan de Movilidad y Transporte y, por lo mismo, demandaría un eficaz entrelazamiento del Municipio, el Departamento, la Nación y la Cooperación Internacional. El célebre estudio de Findeter, que costó más de tres mil millones de pesos, solo entrega cosas de sentido común.

El segundo componente comprende el estado de las vías. La ciudad debería tener al menos dos plantas de asfalto, que le permitan recuperar la malla vial con cronogramas definidos y metas en cobertura. Este programa de vías bien pavimentadas, muchísimo menos costoso que el de los buses articulados, se complementa con una adecuada señalización, que se bifurca entre la señalización horizontal (carriles, cebras, espacios de parqueo, zonas especiales), y la señalización vertical (semaforización, avisos de destino, frases educativas). En la señalización horizontal actual de carriles y cebras, da pena la pintura blanca que, sin el ingrediente químico pertinente, desparece con cinco aguaceros, cuando se puede garantizar su duración por varios años. La semaforización, por su parte, debería tener una sincronización ejemplar, de suerte que en rutas arteria y transversales, como la diagonal Santander o la avenida Cero, opere fácilmente la ola verde.

El tercer componente se relaciona con la aplicación de las normas de tránsito. Todos los conductores, sean de buses, camiones, carros o motos, deben acatarlas so pena de ser sancionados. En consideración al modus vivendi actual, es obvio que se requiera de un proceso de educación y persuasión, con una metodología consistente, planes piloto y medición periódica de resultados para terminar en el escenario civilizado en el cual las normas se respetan, es decir, haciendo desaparecer la agresividad al conducir, la pitadera innecesaria, el mal estacionamiento, la burla a los semáforos, la violación a los límites de velocidad, el zigzag de los motociclistas, o el arriesgarse como peatón cruzando inoportunamente.

Entendidas y cumplidas las anteriores etapas, es posible descongestionar el parque automotor y pensar en ciclorrutas. Por supuesto, hay que llegar a eso. Pero, como bien se dice, primero la primaria. Todo está por hacer en nuestra amada Cúcuta, y todos nos montaremos en ese bus articulado cuyo destino es el bienestar de sus habitantes.

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