Por Jaime Buenahora Febres Cordero

Un Plan Municipal de Servicio Comunitario es necesario

Aunque Cultura Ciudadana y Servicio Comunitario son conceptos diferentes, sus transversales son múltiples, generando entrelazamiento y complementariedad. En el caso de Cúcuta, ambas herramientas serían definitivas para transformarla. Son miles los cucuteños que tienen su amor por la ciudad y su gente en modo pasividad. Se necesita despertar ese sentimiento y traducirlo en acciones que desarrollen pertenencia y encaminen la ciudad hacia el orden, la disciplina social y la defensa de lo público, entendidos como elementos esenciales del progreso colectivo.

Un Plan Municipal de Servicio Comunitario es necesario. Su motor sería la alcaldía, a cuyo cargo estaría empoderar iglesias, universidades, colegios, gremios, sindicatos, juntas de acción comunal, asociaciones culturales, ligas deportivas, y otras organizaciones. La clave está en brindar confianza a la ciudadanía, mostrando resultados. Todo es posible, siempre y cuando desde la institucionalidad se garanticen liderazgo, transparencia y reconocimiento.

El servicio comunitario no es otra cosa que el trabajo realizado por una persona o grupo de personas en beneficio de otras. Esa labor, que enaltece el espíritu, se puede cumplir cerca de la residencia de quien presta el servicio, en su propia comunidad. La persona dona su tiempo y habilidad voluntariamente y sin contraprestación, aunque en determinadas situaciones el servicio sea un requisito, por ejemplo, para graduarse de secundaria.

Las estrategias para construir gradualmente cultura ciudadana y tejido comunitario las consigné, con base en metodología comparada, en un capítulo de mi libro ‘La Prevalencia del Interés General’, publicado hace algunos años. Cada proyecto de servicio comunitario supone un análisis sociológico del entorno. Puede tratarse de una obra de corto tiempo, como construir un polideportivo, o una tarea de tracto sucesivo, como sería el servicio comunitario de un club de jardinería o de una liga deportiva; así mismo, qué tipo de actores se requiere, considerando su número, edad, disponibilidad de tiempo, y habilidades para la tarea por acometer; quiénes serían los beneficiarios del servicio, sean de una vereda, barrio o zona de la ciudad, radiografiando su situación y posibilidades de vinculación al proyecto; los estimados financieros y las fuentes de recursos, privadas o públicas, las contribuciones en especie, y la cuantificación de las horas de trabajo de los voluntarios; el impacto socioeconómico del servicio, su sostenibilidad a mediano y largo plazo y, sobre todo, la formación de tejido social y cultura ciudadana. Estos y otros aspectos deben ser considerados frente a cualquier proyecto.

Los niveles de servicio comunitario dependen de la cultura de un pueblo. En algunas naciones, el concepto está ampliamente desarrollado y las estadísticas sorprenden por las horas de voluntariado y los beneficios materiales de sus receptores. En Estados Unidos, más de 77 millones de personas practicaron el servicio comunitario durante 2019, lo que económicamente representó 167 mil millones de dólares, equivalentes a nuestra deuda externa. Algo semejante ocurre en Holanda, Suecia y otros países, como quiera que centenares de personas regalan horas semanales a un hospital, una guardería, o un torneo deportivo.

La conciencia que se alcanza en sociedades en las que se les exige a los jóvenes en edad escolar un número determinado de horas de servicio comunitario para graduarse, asegura un ciudadano comprometido en el futuro. En Colombia, el tema es embrionario, e inclusive se confunde con el castigo, toda vez que se impone por cometer infracción menor o contravención.

En Cúcuta, ese tejido comunitario está por construir. Sería el mejor aliado de la cultura ciudadana. Las iglesias, por ejemplo, constituirían un eje fundamental, porque la reflexión espiritual demanda coherencia en la acción, haciendo del feligrés un cristiano integral. Del mismo modo, las instituciones educativas tienen un potencial enorme, ya que cuentan con un capital humano numeroso, en formación y lleno de energía, ansioso por actuar. Esquemas de servicio comunitario hay muchos para los estudiantes de primaria, bachillerato y universidad. Una juventud comprometida con la ciudad y su gente sería la mejor de las victorias.

Ver columna en LA OPINIÓN